ORIENTE MEDIO
TURQUIA
Turquía participa en la disuasión de la OTAN pero busca mayor autonomía, aprovechando cooperación rusa para reforzar su proyección nuclear civil.
Doctrina nuclear
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Miembro del TNP y de la AIEA, aunque mantiene un discurso político ambiguo sobre la equidad nuclear regional.
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Su doctrina se apoya en la disuasión colectiva de la OTAN, pero carece de control directo sobre las armas nucleares estadounidenses desplegadas en Incirlik.
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El presidente Erdogan ha cuestionado la legitimidad del régimen de no proliferación, sugiriendo el derecho de Ankara a desarrollar su propio programa si otros lo poseen.
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Acuerdos y alianzas
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Participa en el nuclear sharing de la OTAN junto con Alemania, Italia, Bélgica y Países Bajos.
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Cooperación nuclear civil con Rusia a través de Rosatom (planta de Akkuyu), bajo supervisión del OIEA.
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Equilibra sus relaciones entre Estados Unidos, Rusia e Irán, proyectando una política de autonomía estratégica en el marco de su narrativa neo-otomana.
Tendencias de expansión
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No existe un programa militar activo, pero el desarrollo de infraestructura civil podría ofrecer una capacidad de umbral a largo plazo.
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Mantiene una postura ambigua pero resistente a la proliferación, al depender de combustible controlado externamente por Rosatom.
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La percepción de vulnerabilidad ante Irán e Israel impulsa el debate sobre una posible disuasión autónoma turca en el futuro.
ORIENTE MEDIO – TURQUIA
DEPENDENCIA ALIADA Y AMBICION PROPIA
En el caso de Turquía, la motivación nuclear está ligada tanto a la pertenencia a la OTAN como a la percepción de vulnerabilidad frente a vecinos con ambiciones crecientes. Aunque el país no ha iniciado un programa nuclear propio, es uno de los cinco miembros de la OTAN que albergan armas nucleares estadounidenses en su territorio como parte de un acuerdo de reparto nuclear. Esto posiciona a Turquía en una posición particular: por un lado, disfruta de la disuasión que le otorga la alianza atlántica; por otro, no controla directamente esas capacidades, lo que ha generado en su liderazgo la sensación de dependencia estratégica.
La dimensión política del programa nuclear turco también es significativa. Turquía se proyecta como un puente entre Oriente y Occidente y busca consolidar un rol de gran potencia regional en el marco de su doctrina neo-otomana. En este contexto, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha cuestionado la legitimidad de que ciertos Estados posean armas nucleares mientras Ankara permanece desarmada. Aunque Turquía sigue oficialmente sujeta al TNP, esta narrativa le permite ejercer presión diplomática y proyectar una imagen de autonomía estratégica frente a actores clave como Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea.
La estrategia nuclear turca se encuentra cada vez más apoyada por las exportaciones nucleares rusas. En concreto, se han financiado suministros de combustible nuclear, equipamiento técnico, y componentes de reactor. Esta vinculación incrementa la capacidad operativa de Ankara en el ámbito nuclear, pero también genera preocupaciones internacionales por los riesgos de proliferación, dado que la tecnología transferida podría, en un escenario de cambio de política, emplearse con fines militares. Dichas preocupaciones se intensifican si el descontento del presidente Erdogan con el statu quo internacional se traduce en la adopción de políticas orientadas al desarrollo nuclear autónomo, lo que podría modificar el equilibrio regional, provocando respuestas preventivas de actores que buscan hegemonía como Irán o equilibrio como Arabia Saudi, y plantear desafíos adicionales al régimen global de no proliferación.
Sin embargo, un programa nuclear independiente implicaría enormes costos y riesgos para Turquía, pues exigiría no sólo armas, sino también sistemas de lanzamiento, seguridad e infraestructura estratégica. Adicionalmente, las sanciones internacionales podrían provocar un fuerte impacto económico, y la pérdida de garantías bajo la OTAN. Aunque una estrategia nuclear podría generar avances tecnológicos en distintas áreas, y fomentar conocimientos aprendidos de otras naciones.
En cuanto a la reacción turca de la Operación Martillo, Turquía ha expresado una preocupación profunda por el ataque estadounidense sobre instalaciones iraníes, señalando que la acción podría llevar a una escalada regional que se extienda más allá de Oriente Medio. Sin embargo, aunque se ha condenado la violación el gobierno ha evitado emitir una condena directa al gobierno de EE. UU.
No obstante, al ser Turquía firmante de acuerdos como el de la OIEA, y su contrato con Rosatom para la construcción de la planta nuclear de Akkuyu se considera ‘resistente a la proliferación’, ya que otorga a la agencia estatal rusa un control efectivo que limita las posibilidades de que Ankara utilice dicha infraestructura con fines bélicos.