EURO ATLANTICO
RUSIA
Rusia refuerza su doctrina flexible y moderniza su tríada nuclear, utilizando la amenaza atómica como instrumento de presión y legitimación estratégica.
Doctrina nuclear
- Parte de la lógica de disuasión estratégica integral, heredada de la Guerra Fría.
- Incluye la disuasión por escalada controlada, contemplando respuestas nucleares tácticas ante amenazas convencionales.
- Integra el componente nuclear en su concepto de soberanía y estatus global, vinculando el poder atómico al prestigio nacional.
Acuerdos y alianzas
- Profundiza la cooperación militar con China, incluyendo ejercicios conjuntos .
- Tensiones latentes con la OTAN y EE. UU. sobre la modernización de sus sistemas nucleares y el cumplimiento de tratados como el New START.
- Refuerza alianzas con Bielorrusia, permitiendo despliegues y transferencia de tecnología dual.
Tendencias de expansión
- Moderniza su tríada nuclear: misiles balísticos intercontinentales, submarinos estratégicos y bombarderos de largo alcance.
- Desarrolla armas hipersónicas y sistemas de lanzamiento autónomos, buscando asegurar superioridad tecnológica.
- Amplía su infraestructura nuclear civil, ofreciendo reactores a países aliados bajo control estatal de Rosatom.
EURO ATLANTICO – RUSIA
AMBIGÜEDAD COMO HERRAMIENTA
La evolución de la disuasión nuclear rusa desde 2022 refleja un proceso de reconfiguración doctrinal y estratégica que ha alterado los equilibrios de seguridad internacionales. La guerra en Ucrania y la Operación Martillo consolidaron una dinámica de ambigüedad que convierte el armamento nuclear en un instrumento de presión política y de legitimación del estatus de gran potencia. En este contexto, Rusia ha articulado una doctrina cada vez más flexible, en la que la frontera entre el uso convencional y el nuclear se ha vuelto difusa, incrementando la incertidumbre.
Desde el año 2000, la doctrina rusa contempla la posibilidad de respuesta nuclear ante agresiones convencionales de gran escala. Las versiones de 2010 y 2014 confirmaron la centralidad del presidente como decisor último. El documento Principios Básicos de la política estatal de disuasión nuclear amplió los supuestos de empleo, incluyendo ataques convencionales contra infraestructuras críticas, y la actualización de 2024 endureció el lenguaje para autorizar una posible respuesta nuclear ante cualquier amenaza percibida a la existencia del Estado.
La estrategia rusa se basa en la opacidad calculada. Al mantener indefinido su umbral de uso, Moscú pretende obligar a sus adversarios a adoptar posturas prudentes, reforzando el efecto disuasorio de la incertidumbre. Este enfoque constituye el núcleo para disuadir a la OTAN de intervenir directamente en el conflicto ucraniano bajo la sombra de la escalada nuclear.
La disuasión nuclear rusa cumple funciones múltiples: protege la supervivencia del Estado, extiende garantías de seguridad a aliados como Bielorrusia y opera como lenguaje diplomático que reivindica el estatus de superpotencia. No obstante, la suspensión del tratado Nuevo START en 2023 debilitó el sistema de verificación y control de armas, incrementando la opacidad y reduciendo la confianza mutua entre potencias. Esta tendencia se acompaña del rechazo a avanzar en nuevos marcos multilaterales, como el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (CTBT), lo que contribuye a la fragilidad del régimen internacional de no proliferación.
El plano psicológico también constituye un vector esencial. En la narrativa oficial del Kremlin, el arsenal nuclear simboliza la soberanía y la continuidad del Estado frente a las presiones externas, sirviendo de elemento de cohesión interna en un contexto de aislamiento y sanciones. Además, la integración operativa entre fuerzas convencionales y nucleares aumenta el riesgo de una escalada accidental.
En el ámbito externo, Moscú utiliza la dimensión nuclear como eje de cooperación selectiva con Estados afines. El despliegue de armas en Bielorrusia en 2023 y el acercamiento militar con Corea del Norte reflejan una estrategia orientada a reforzar redes de apoyo frente a Occidente y a debilitar los mecanismos internacionales de control.
En síntesis, la Operación Martillo consolidó para Rusia un escenario estratégico que refuerza la utilidad política y militar de su doctrina nuclear. Este precedente ha profundizado la desconfianza hacia Occidente y ha servido como justificación interna para endurecer su postura doctrinal y ampliar la modernización de su tríada nuclear.
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