ESTUDIO DE DISTINTAS OPCIONES
ESCENARIOS
ESCENARIO STATU QUO
El segundo escenario describe una fase intermedia de estabilidad relativa, donde la disuasión nuclear sigue operando como elemento de contención, pero sin resolver las tensiones subyacentes. La arquitectura global de no proliferación continúa vigente: el TNP conserva legitimidad como marco central, y aunque el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT) no entra en vigor, mantiene respaldo político significativo. Las potencias mantienen un diálogo estratégico mínimo, evitando una carrera armamentista abierta pese al fin del New START. Esta situación reproduce un equilibrio tenso, donde la transparencia parcial y la comunicación militar previenen escaladas accidentales, pero sin restaurar la confianza plena entre bloques.
En este contexto, Irán mantiene su programa nuclear bajo los límites del acuerdo con el OIEA, sin cruzar el umbral de arma operativa. China prosigue su modernización nuclear, pero sin alcanzar la paridad estratégica con Estados Unidos, mientras Rusia prioriza la disuasión convencional y el mantenimiento de su arsenal existente. La rivalidad entre potencias se modera por la interdependencia económica y la presión internacional, aunque persisten tensiones en zonas críticas, como en el Indo-Pacífico, o en el Golfo Pérsico. Las crisis regionales son más gestionables gracias a canales diplomáticos multilaterales, aunque la volatilidad política y tecnológica sigue generando episodios de riesgo moderado.
La proliferación horizontal se frena: ningún nuevo Estado desarrolla armas nucleares, aunque varios conservan capacidades latentes y discuten públicamente sobre autonomía estratégica. La presión de la opinión pública en países como Corea del Sur o Japón no se traduce en acción gubernamental. Sin embargo, el interés en la energía nuclear civil crece y difumina los límites entre usos pacíficos y militares, lo que obliga al OIEA a reforzar sus mecanismos de inspección. En este entorno de tensión controlada, la estabilidad depende menos de la cooperación estructural y más de la gestión de crisis y la prudencia política de las potencias.
NIVEL DE LOS INDICADORES EN ESTE ESCENARIO
ESCENARIO MENOS DISRUPTIVO
Este escenario plantea una etapa de distensión nuclear gradual, impulsada por la cooperación internacional, la diplomacia preventiva y el fortalecimiento de alianzas estratégicas. Predomina la reducción de riesgos gracias a canales de comunicación sólidos entre potencias y mecanismos de transparencia más eficaces. Los Estados nucleares evitan declaraciones agresivas y refuerzan las medidas de control mutuo. La probabilidad de confrontación directa disminuye notablemente, consolidando un equilibrio basado en la confianza y la moderación. Aunque persisten tensiones latentes, el sistema internacional recupera márgenes de estabilidad sostenida.
Las presiones sociales internas actúan como catalizadores de cambio político en regímenes cerrados como Irán o Corea del Norte, donde el descontento civil abre espacio a negociaciones graduales. Este proceso combina reducción parcial de programas nucleares con alivio de sanciones económicas y garantías de seguridad. A través de mediaciones multilaterales, se logra frenar la escalada nuclear y promover compromisos verificables. El TNP recupera legitimidad como pilar jurídico, y el OIEA refuerza su capacidad de inspección mediante acuerdos técnicos ampliados.
Aunque no se alcanza un desarme completo, sí se consolida una reducción sostenida del riesgo nuclear. Se reactivan foros regionales de diálogo, y las grandes potencias limitan la modernización de sus arsenales estratégicos. La transparencia en los inventarios y la restauración de confianza en los canales diplomáticos disminuyen el riesgo de malentendidos. Este escenario combina gestión prudente, cooperación institucional y estabilidad regional como pilares de seguridad, manteniendo la tensión bajo control y evitando nuevos focos de proliferación.
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ESCENARIO MAS DISRUPTIVO
En este escenario, el mundo se adentra en una tercera era nuclear, caracterizada por la proliferación de tecnologías disruptivas y la casi total ausencia de las arquitecturas de seguridad que antes contenían las amenazas. En este contexto, el escenario más disruptivo anticipa un incremento drástico de tensiones regionales y una proliferación nuclear abierta, similar al modelo India-Pakistán tras 1998. Las potencias tradicionales pierden control del régimen de no proliferación mientras surgen nuevos actores con escasos mecanismos de verificación. La erosión del orden estratégico global marca un punto de inflexión sin precedentes.
El detonante sería el cruce del umbral nuclear por una potencia emergente, como Irán, cuya prueba atómica provocaría una reacción en cadena regional. Arabia Saudí y Turquía podrían iniciar programas nucleares o buscar garantías de aliados atómicos. En 2025, Pakistán habría acordado extender su “paraguas nuclear” a Riad, reconociendo la financiación saudí de su programa original, constituyendo la primera disuasión delegada fuera del TNP. Según declaraciones oficiales, el príncipe heredero Mohammed bin Salman advirtió que Arabia Saudí “obtendría la bomba sin demora si Irán la desarrolla” .
El TNP entra en crisis estructural. La salida o violación de un signatario debilita su credibilidad y genera una desafección global, similar a la erosión de acuerdos previos como el INF o el de Cielos Abiertos. En Oriente Medio y Asia, varios aliados de EE. UU. considerarían dotarse de armamento nuclear propio: más del 70 % de la opinión pública surcoreana apoya esa opcióN. En Europa del Este, Polonia ha solicitado desplegar armas nucleares de la OTAN tras el traslado de ojivas rusas a Bielorrusia. La disuasión compartida se fragmenta y la división entre potencias nucleares y no nucleares se difumina.
La proliferación descontrolada facilita la participación de actores no estatales y redes ilícitas. En 2024 se registraron cerca de 150 incidentes de tráfico o posesión ilegal de material radiactivo, reflejando fallas persistentes en la protección física. Simultáneamente, el aumento de estados armados genera un entorno más volátil: cualquier incidente convencional bajo la sombra nuclear podría escalar por error de cálculo. A esto se suman nuevas amenazas, ciberataques y fallos en sistemas de alerta temprana, que elevan el riesgo de una escalada accidental.
Finalmente, la doctrina del uso limitado de armas nucleares gana espacio. Estrategias como “escalar para desescalar” son adoptadas por potencias regionales que buscan compensar debilidades convencionales. Pakistán ya integra armas tácticas en su disuasión frente a India, mientras un Irán nuclearizado podría seguir esa lógica. Este “equilibrio del terror fragmentado” incrementa la posibilidad de un empleo demostrativo o táctico de ojivas, rompiendo 78 años de tabú nuclear. Sin mecanismos multilaterales de contención, la tercera era nuclear podría derivar en un sistema inestable, multipolar y propenso a errores catastróficos.
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