INDO PACIFICO

COREA DEL NORTE

Pionyang utiliza su arsenal nuclear como herramienta de disuasión y presión, consolidando su régimen frente a Estados Unidos y aliados.

Doctrina nuclear

  • Doctrina de “disuasión por el terror”: combina disuasión defensiva y capacidad ofensiva (desde 2022) para garantizar la supervivencia del régimen y compensar la asimetría militar frente a EE. UU.
  • Desde 2003, retirada del TNP: actúa al margen del régimen internacional de control de armas.
  • Ha realizado seis ensayos nucleares entre 2006 y 2017, consolidando su estatus de Estado nuclear de facto.

    Acuerdos y alianzas

    • No participa en ningún tratado multilateral de control o reducción nuclear.
    • Mantiene una alianza estratégica con Rusia: intercambio de munición y tecnología por apoyo financiero y político en foros internacionales.
    • China actúa como socio encubierto, facilitando contrabando marítimo de carbón y petróleo, así como infraestructura cibernética, que contribuye a la evasión de sanciones.
    • Existen contactos exploratorios con EE. UU. (2025), aunque sin expectativas reales de desnuclearización.

      Tendencias de expansión

      • Desde 2021, el plan quinquenal militar (2021-2026) prioriza el desarrollo de armas nucleares tácticas y capacidad de ataque preventivo y represalia estratégica.
      • En 2022, realizó más de 90 lanzamientos de misiles, algunos con alcance intercontinental proyectando amenaza directa sobre el territorio estadounidense.
      • Desde 2024, ha incrementado la hostilidad hacia Corea del Sur, desplegando sistemas tácticos en la frontera.

      INDO PACIFICO – COREA DEL NORTE

      NUCLEARIZACION COMO SUPERVIVENCIA

      El desarrollo nuclear de Corea del Norte se inscribe en una lógica de confrontación permanente con Estados Unidos y sus aliados regionales, en particular Corea del Sur y Japón. Desde los primeros ensayos nucleares en la década de 2000, Pyongyang ha vinculado su arsenal atómico a su programa de misiles balísticos, configurando una amenaza directa para la estabilidad de la península de Corea y, progresivamente, para el equilibrio estratégico global.

      La doctrina nuclear del régimen refleja la peculiaridad de la “revolución coreana”, orientada a sostener un enfrentamiento constante con Washington. Bajo esta premisa, el régimen concibe la expansión de su capacidad nuclear tanto como un medio de autodefensa como la base de una capacidad de ataque preventivo. La estrategia combina así la disuasión clásica con una vocación ofensiva explícita, destinada a compensar la asimetría militar frente a Estados Unidos, contener a Corea del Sur como objetivo indirecto y blindar la supervivencia del régimen.

      El patrón de comportamiento norcoreano ha sido históricamente escalatorio. Desde su retirada del TNP en 2003, Corea del Norte ha representado una de las principales preocupaciones de la comunidad internacional en materia de proliferación. Entre 2006 y 2017, el país realizó seis ensayos nucleares, confirmando la operatividad de su programa y desafiando abiertamente las normas del régimen global de control. Estas acciones derivaron en sanciones reforzadas del Consejo de Seguridad de la ONU, en particular las resoluciones de 2016 y 2017, que bloquearon proyectos conjuntos y limitaron severamente su acceso a cooperación económica.

      En este contexto, Corea del Norte se autodefine como un “Estado nuclear de pleno derecho”, acompañada de una doctrina cada vez más agresiva, especialmente en los últimos 6 años (Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2025). En 2019 Pyongyang anunció el fin de la moratoria autoimpuesta de ensayos y en septiembre de 2022 la Asamblea Popular Suprema aprobó una ley sobre política nuclear que consolidó esta evolución. El texto otorgó a Kim Jong Un, líder supremo del país, todos los poderes decisivos en materia de mando y control nuclear, y reconoció por primera vez la posibilidad de ataques preventivos ante amenazas percibidas contra el Estado o su liderazgo. Esta codificación de la doctrina, alude así al empleo ofensivo de armas nucleares.
      La reactivación en 2021 del reactor de 5MW(e) confirmó esta orientación, en paralelo con la definición de un plan quinquenal de desarrollo militar (2021-2026) durante el VIII Congreso del Partido de los Trabajadores. El programa prioriza el impulso de armas nucleares tácticas, capacidades de ataque preventivo y represalia estratégica, junto con tecnologías convencionales y no convencionales de nueva generación. Su implementación se reflejó en ensayos regulares de misiles, en la reapertura de túneles de Punggye-ri para futuros test nucleares y en un récord de más de 90 lanzamientos en 2022, algunos con alcance estimado de 15.000 km, lo que proyecta la amenaza hasta el territorio continental estadounidense.

      Además, la guerra de Ucrania ha ofrecido a Pyongyang una oportunidad estratégica inesperada: su provisión de munición de artillería y misiles a Rusia a cambio de apoyo material y financiero ha permitido acelerar el desarrollo interno de sus sistemas nucleares y balísticos, reforzando la supervivencia del régimen y ampliando su margen de maniobra internacional. La alianza con Moscú, además, asegura la cobertura de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, cuyo uso del veto dificulta la aplicación de sanciones multilaterales que en el pasado contaron con el respaldo incluso de Rusia y China. A este contexto se suma la asistencia encubierta de Pekín, facilitando contrabando marítimo de carbón y petróleo, y empleando trabajadores e infraestructura cibernética norcoreana, lo que contribuye a la evasión sistemática de sanciones por su actividad nuclear.

      Este incremento de capacidades y alianzas se acompaña de un endurecimiento político. Corea del Norte ha reafirmado su renuncia a la desnuclearización y ha intensificado su hostilidad hacia Corea del Sur desde 2024, con el despliegue de sistemas de artillería y misiles tácticos en la frontera. No obstante, a comienzos de 2025 surgieron indicios de contactos exploratorios con Washington, mientras la crisis política en Seúl podría abrir la puerta a un eventual retorno de políticas de compromiso hacia el Norte. Estos elementos, aunque preliminares, abren un escenario en el que Pyongyang explora potenciales ventanas de diálogo, aunque con escasa credibilidad de una desnuclearización real.

      En este marco, los efectos doctrinales de la Operación Martillo adquieren especial relevancia. El uso por parte de Estados Unidos de capacidades nucleares estratégicas contra un Estado no nuclear ha sentado un precedente con implicaciones directas para la percepción de amenaza de Corea del Norte, que podría interpretar dicha acción como una validación de su estrategia de disuasión ofensiva. Si bien por el momento no existen indicios de una alteración significativa en su comportamiento operativo, esta lectura podría influir en la evolución de su doctrina y en su disposición al diálogo en los próximos meses.

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