INDO PACIFICO

JAPON

Tokio mantiene su renuncia nuclear formal, pero las amenazas regionales reactivan el debate sobre desarrollar disuasión autónoma junto a EE.UU.

Doctrina nuclear

  • Doctrina de las “Tres no nucleares” (1967)
  • Firme signatario del TNP y defensor del régimen de no proliferación. 
  • Desde 2024, emergen debates públicos y políticos sobre la posibilidad de reconsiderar el desarrollo nuclear, especialmente tras las elecciones de 2024.

    Acuerdos y alianzas

    • La alianza con Estados Unidos constituye el pilar central de su defensa y disuasión.
    • Participa activamente en el QUAD (EE. UU., India, Australia, Japón) como parte del marco de seguridad Indo-Pacífico.

    Tendencias de expansión

    • La tendencia es de rearme convencional y refuerzo de disuasión extendida, no de proliferación directa.
    • La Operación Martillo (2025) refuerza la dependencia de Tokio del paraguas nuclear estadounidense, pero también amplifica el debate sobre su vulnerabilidad estructural

    INDO PACIFICO – JAPON

    PACIFISMO EN DUDA ESTRATEGICA

    La posición de Japón está marcada por un entorno de seguridad complejo, rodeado de tres potencias nucleares, China, Rusia y Corea del Norte, con comportamientos cada vez más beligerantes.  

    En 2024, China y Rusia intensificaron sus maniobras militares alrededor de Japón, incluyendo violaciones aéreas y marítimas. Por otro lado, la Estrategia de Seguridad Nacional (2022) identificó a China como la mayor amenaza estratégica, señalando el aumento de su gasto militar, la modernización de sus fuerzas nucleares y de misiles. 

    El programa nuclear y balístico norcoreano constituye otra prioridad. Entre 2021 y 2023, Pyongyang, por ejemplo, realizó ensayos de misiles a niveles récord, muchos de ellos sobrevolando o impactando en aguas próximas al archipiélago y recientemente han saltado las alarmas de Japón la introducción de submarinos de misiles balísticos (SSBs), lo que obliga a Tokio a reforzar permanentemente sus capacidades antisubmarinas (ASW) (ibid.).

    Frente a este contexto, la alianza con Estados Unidos constituye un pilar central dentro de la defensa japonesa. Históricamente, Tokio se ha regido por la doctrina “Las tres no nucleares” (1967), no poseer, no producir y no permitir la introducción de armas nucleares en su territorio, principio que ha definido su postura pública frente a la proliferación.

    No obstante, la intensificación de amenazas regionales en cuanto a ensayos y la modernización de capacidades han llevado a Japón a reforzar sus capacidades convencionales y a profundizar la coordinación con Washington en materia de disuasión extendida.

    Por un lado, en 2023 Japón aprobó el mayor incremento de su presupuesto de defensa desde la posguerra, orientado a ampliar capacidades convencionales, defensa antimisiles y la interoperabilidad con las fuerzas estadounidenses durante el período 2024 a 2027 .

    Por otro lado, encuestas recientes muestran un desplazamiento, aún minoritario pero significativo, en la opinión pública y entre algunos parlamentarios hacia una mayor disposición a reconsiderar el desarrollo nuclear. Datos periodísticos indican que tras las elecciones de julio de 2024 (con una nueva composición de la Cámara baja) un pequeño grupo de diputados expresó apoyo a la opción de aportar capacidades nucleares propias; reportes de prensa también recogen entrevistas con legisladores y ex altos cargos que revelan una creciente voluntad de relajar la promesa de 1967.

    Paralelamente, Washington y Tokio han ido elevando sus mecanismos de consulta y comunicaciones relacionados con la disuasión extendida. Este refuerzo institucional pretende garantizar la credibilidad del paraguas estadounidense y gestionar decisiones críticas en escenarios de crisis, reduciendo riesgos de interpretación errónea entre los aliados.

    En este marco, los efectos estratégicos de la Operación Martillo son relevantes tanto para Corea del Sur como para Japón. El precedente del uso nuclear estadounidense contra un actor no nuclear ha introducido un nuevo factor de incertidumbre: mientras refuerza la dependencia de Tokio y Seúl del paraguas de disuasión extendida, también reaviva el debate sobre la vulnerabilidad estructural que presentan ambos países. En los próximos meses, esta dualidad podría traducirse en una mayor presión interna para dotar a estos Estados de instrumentos disuasorios más autónomos, pudiendo transformar la naturaleza de su doctrina defensiva y la arquitectura de seguridad regional en Asia-Pacífico.

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